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Un día en el mágico mundo del sabor

Cada fin de semana, en la vía que conduce de Real de Minas, en Bucaramanga, al municipio de Girón, un centenar de campesinos llegan a ofrecer productos agrícolas para la venta. Crónica de una mañana en el mercado campesino.

El sábado 10 de junio de 2017 a las cinco de la mañana emprendimos un viaje corto a un lugar mágico en Bucaramanga, el mercado campesino que está entre el barrio Real de Minas y el municipio de Girón, es una dimensión aparte; su magia y sus colores sorprenderán a cualquier amante de la fotografía y la naturaleza.

Amaneció muy frío, cosa que no pasa muy seguido en esta época, las nubes grises y la lluvia suave como chambelán nos acompañaron hasta finalizar la mañana. Al llegar al lugar conocimos a Raúl Castañeda, un campesino del corregimiento de Berlín, que hace parte del municipio santandereano de Tona, quien comenzaba a descargar los 80 bultos de papa que siembra junto a sus hijos. El campesino lucía cansado, sus manos evidenciaban el trabajo en la tierra, a pesar de su afán por terminar la descarga cede varios minutos de su tiempo para contarnos cómo es esa vida. (Lea: "Yo nací, me crié y me bautizaron en Berlín", Raúl Castañeda).

De las 17 plazas de mercado que hay en Bucaramanga y su área metropolitana, Asomercade es la única que en su total cuenta con vendedores campesinos.

De las 17 plazas de mercado que hay en Bucaramanga y su área metropolitana, Asomercade es la única que en su total cuenta con vendedores campesinos. (Foto: Marwin Tavera) 

Las plazas de mercado son un lugar lleno de historias. Junto a Raúl estaba Roza Julia López, una sembradora de piña, uva, mandarina, naranja, aguacate, mango y plátano. Mientras pelaba una piña con una destreza inimaginable y sin perdernos de vista, cuenta que lleva trabajando en este lugar desde hace más de una década. Los visitantes pueden percibir el olor a café y chocolate, que emana de los puestos de venta donde el producto ya está procesado. Muy cerca de Roza Julia está Isaías Hernández, hermano de un cafetero, que lleva toda la vida haciendo esos productos de la manera más pura y tradicional, como la mayoría de los campesinos del mercado.

En el lugar se ‘respira’ humildad, pero rápidamente uno puede identificar quiénes son agricultores y quiénes comerciantes, estos últimos conocidos por revender los productos. Mientras los campesinos son abiertos al diálogo e incluso a contar sus historias, los comerciantes esquivan la mirada y evitan cualquier conversación.

A eso de las siete de la mañana llegó Alirio Suárez con su esposa María Claudia Pulido y su hijo, vendedores de pulpas y truchas congeladas. Mientras descarga la pulpa, Alirio recuerda cómo comenzó Asomercade, el mercardo campesino del departamento que acoge a por lo menos 600 asociados que viajan desde sus veredas todas las semanas, para llegar a Bucaramanga entre la noche del viernes y la madrugada del sábado. (Lea: Los Suárez Pulido y el alma de las frutas).

En ese momento apareció Jorge Alberto Clavijo, un hombre alto, de buen aspecto, muy limpio y con una actitud amigable. Es el presidente de la Asociación, quien de entrada propone negocio para comercializar. Al darse cuenta que el interés era periodístico relata que la Asociación se encuentra integrada en la actualidad por 600 miembros y que el mercado nació con 35 campesinos en 1989. Después de casi tres décadas Clavijo expresa con satisfacción los productos de calidad que venden allí: pollo criollo, criado con maíz y sin purina; el huevo, los más grandes del mercado; el queso cuajada y la mora, que es el producto de mayor cosecha.

 

Este lugar está lleno de familias enteras, desde muy temprano jóvenes y adultos desempeñan alguna labor. Los niños, hijos de los campesinos, corrían por los pasillos jugando con cabuyas y costales de papa, mientras otros ayudaban a sus padres en la labor del mercado.

Unos minutos después Jorge inicia un recorrido por las secciones de la plaza, al paso aparece Daniel Navas, administrador del mercado. Su labor es organizar el lugar, regular los precios y verificar que los alimentos sean traídos directamente del campo. “Acá hay 586 puestos para todos los asociados, de pronto nos sobran uno o dos, algunos que no vuelven, en esos puestos se coloca una equis y se ubican las canecas para recoger basuras. Siempre hemos tratado de cumplir las normas ambientales”, dijo Daniel.

En otro punto estaba Benito González, uno de los 35 fundadores, oriundo de la vereda Vegas del Quemado. Con sus manos arrugadas y llenas de historias, se encontraba desgranando una de las mazorcas que él mismo siembra. En su finca también produce arveja, fríjol, valeriana, naranja tangelo y mango. “El Gobierno no apoya al campesino a pesar de que somos los productores, pero sí apoya las empresas”, indicó Benito.

El reloj daba las ocho de la mañana, el número de visitantes aumentaba cada minuto. En el mercado no solo se venden alimentos frescos sino también se preparan; su única encargada es Martha Ramírez, quien pidió contar su historia: “la chef soy yo, las otras cuatro personas son ayudantes”, comentó (tienes repetición de “dijo”; puedes reemplazarlos por indicó, comentó, señaló, agregó….). Todos los días llega muy temprano a preparar los platos que ofrece a visitantes y compañeros de la plaza. Hace sopas de mute, menudencia y de carne con arepa santandereana; los otros almuerzos que ofrece son el pescado empapelado, bagre y carne asada, los cuales varían entre cinco mil y siete mil pesos.

La cámara ya estaba guardada, la jornada periodística estaba por finalizar y en el tramo hasta la salida del mercado aparece Víctor Julio López Pérez, otro campesino productor de papa, que desde lejos había observado todo el reportaje. Sin pensarlo mucho se dispuso a exponer su historia: “la verdad es que nos han montado muchos negocios parecidos, diciendo que son campesinos, y pues siempre nos han quitado ventas, pero de todas maneras nos ha ido bien”, aseguró (lo mismo aquí) Victor.

Él y su esposa siembran cebolla larga, zanahoria, papa negra y amarilla. Llevan 22 años en el mercado, su esposa confesó que prácticamente nació entre los tubérculos, su papá la ponía a cultivar desde niña, así que quién más para contar sobre todas sus variedades.

Bucaramanga y su área metropolitana cuenta con más de 17 plazas y mercados campesinos. A diferencia de los demás, Asomercade es un lugar mágico, pues en él habitan esperanzas e ilusiones de muchos soñadores, que lo único que buscan es llevar a sus platos los mejores productos naturales directamente del campo, sembrados con amor.

© 2017 por María Paz Atuesta, Melba Marín y Marwin Tavera

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